Infrafútbol es el hallazgo de una pasión que te mata lentamente. El hórror vacui en cada córner. La luz pastosa y tenue de los segundos tiempos. Los bocadillos de fritanga. El sabor metálico de las latas de cerveza. Infrafútbol es aprender de qué va la vida ahí fuera: de aprovechar con toda la crueldad posible los errores ajenos, de susurrar lindas amenazas a oídos inocentes. De exhibir los tacos y afilar los codos. De matar para no ser matado. Infrafútbol es la verdad en chándal y zapatos. La palmada en la espalda con y sin puñal a mano. La ley del patio del colegio, el código de la calle, el instinto de supervivencia que reacciona a la gravedad del miedo. Esperanzas al sol y lamentos al caer la tarde. Lo peor y lo mejor de este mundo.
(...)
En realidad, el deseo es un péndulo que no se detiene. Por norma se quiere lo que se carece, máxime si los resultados se empeñan en cuestionar las convicciones previas. Se pide identificación canterana, luego profesionalidad mercenaria, luego identificación canterana, luego profesionalidad mercenaria. Se pide fútbol de toque, luego abuso defensivo, luego fútbol de toque, luego abuso defensivo. Se pide, siempre se pide. Y se pierde, casi siempre se pierde.
(Infrafútbol. Enrique Ballester)
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